viernes, 7 de enero de 2011

Odio el olor de la comida por la mañana

Los pulgares pasaron de morados a un negro vivo, ¿cuanto tiempo tenia el cuerpo mutilado colgando de ellos? ¿1 minuto? quizá dos, la sensación se había ido por completo de ellos, no así los brazos que temblaban y ardían como si miles de hormigas mordieran al mismo tiempo.
   Ya había pasado por todo, los zapatos con pinchos, la pera, la zarpa de gato, estuvo sentado en la silla con pinchos, pero ni así pudo confesar, pero, ¿Como iba a confesar algo que el no sabia?, aun que para estas alturas ya no importaba, estaba dispuesto a confesar todo lo que la Inquisición le preguntase, morir ya era lo menos trágico, todo fuera con tal de terminar con su sufrimiento.
   Ni siquiera se dio cuenta cuando sus dedos se vencieron por el peso, reacciono cuando vio su cuerpo tirado en el suelo, y desde ese ángulo, pudo ver como las ratas se acercaban a mordisquear su carne viva, sin embargo, se conformaron con los dedos pulgares que estaban tirados cerca del cuerpo, pero, no serian suficientes para todas ellas, el crujir de una puerta abriéndose las hizo desistir y corrieron al ver al enorme verdugo entrar a la habitación.
-¡Vaya! así que has caído, murmuro apenas volteando a verlo, preocupado mas por preparar los instrumentos que seguirían en su oficio, -Bueno, confiaba que aguantaras mas, ¿ya cuanto llevas aquí?, ¿una semana?, si, una semana y no he logrado que hables, espero que hoy finalmente me digas lo que queremos escuchar...
   Mientras era nuevamente colgado, esta ves de las muñecas, observo a través de la ventana los primeros rayos del sol, el cielo rojizo presagiaba lo que pasaría ese día, afuera se escuchaba a la gente en la plaza preparando el patíbulo y  a los primeros espectadores asegurando un buen lugar.
   El verdugo continuo preparando sus herramientas, no tenia mascara como los que el ya había visto antes en las ejecuciones, supuso que la mascara solo era para verse en publico, ahí encerrados, no tendría caso ocultar su rostro, después de todo, un muerto no podría contarle a los demás quien fue su ejecutor.
-¿No has comido nada verdad? Sus pensamientos fueron interrumpidos por el verdugo, que le ofrecía una pieza de pan mohoso a medio comer.
   Ya no tenia fuerzas para contestar, aunque, si las hubiera tenido, habría sido para gritar lo que llevaban días preguntándole, solo se limito a observar al verdugo, quien burlonamente espetó:
-Supongo que vas a ayunar,¿Verdad?, Espero te sirva en el otro mundo....¡No!, mejor no, no puedo permitirme que encuentres compasión cuando estés frente al creador, así que, tendrás que comer algo, ¡abre la boca!
   El trozo de pan quedo alojado en la boca seca y rota, pero no logro ser tragado, no había fuerza para hacerlo, por lo cual, cayo en el suelo, tras ser recogido por el verdugo, lo puso de nuevo dentro de su boca para ser escupido nuevamente.
-¿Que te pasa? Eres muy terco ¿Eh? ¿Por que no quieres comer?
   Como pudo reunió todas las fuerzas que le quedaban y alcanzo a murmurar antes de desfallecer:
-Odio el olor de la comida por las mañanas...

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